por Juan José Garrido Koechlin. (http://www.institutoaccion.com/)
Hasta hace muy poco tiempo, la mayoría de analistas predecían una recesión leve en la región latinoamericana. Ante el desplome abrupto de las principales economías del mundo, la quiebra sistemática de buena parte del sector financiero mundial y la consiguiente parada en seco de la demanda por materias primas, una cruda realidad se abre paso frente a nosotros. La región, que hasta setiembre último se creía crecería 3,6% en el 2009, hoy el consenso apunta a 1,4%, con algunos países –como México- marcando en negativo.
Las razones de la frenada son obvias: ante un escenario de ajuste en la demanda de los países desarrollados –en especial EE.UU., Europa y Japón-, los países productores de bienes intermedios y de consumo –China e India, entre otros- han reducido drásticamente sus pedidos de materias primas, principales rubros de exportación de la región latinoamericana.
Crudo, metales y granos, los principales bienes de exportación de la región, han visto caer sus precios hasta en 75%, llevándose con ello no sólo los márgenes de las industrias locales sino también los capitales que soportaban los mercados bursátiles –el índice MSCI de América latina ha pasado de $5,000 a mediados del 2008 a cerca de $2,000 a la fecha.
Durante el boom de los commodities, la mayoría de gobiernos optó por políticas populistas y de irresponsabilidad fiscal: Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina son algunos ejemplos de farra y excesos, guiados por la megalomanía del dictador de Caracas.
Frente a la crisis, las respuestas han sido –lamentablemente- algo más que delesnables: desde el default ecuatoriano hasta las expropiaciones de los fondos jubilatorios argentinos, la región está encamianada a un retroceso económico, político y social. La historia ha demostrado, una y otra vez, que los excesos y los errores se pagan; en el caso de los excesos y errores políticos, los pagan los contribuyentes presentes y futuros.
En el caso del Perú, hay un entendible optimismo que merodea las decisiones. Si bien las expectativas de crecimiento han bajado del 7% en setiembre al 5,3% que se maneja hoy día, somos el país que espera la mayor tasa de crecimiento en la región el 2009. Y si bien algunos proyectos imporantes han decidido parar y esperar, muchos otros se encuentran encaminados y prometen un año de merecida tranquilidad.
Las luces rojas, de advertencia y cautela, se prenden al escudriñar los planes gubernamentales: estímulo desde el gasto público, cuando lo ideal sería mejoras en los incentivos vía reformas tributarias y laborales. Cuidado, que ni sabemos cuan profunda es la crisis, ni que tan larga será.
Hasta hace muy poco tiempo, la mayoría de analistas predecían una recesión leve en la región latinoamericana. Ante el desplome abrupto de las principales economías del mundo, la quiebra sistemática de buena parte del sector financiero mundial y la consiguiente parada en seco de la demanda por materias primas, una cruda realidad se abre paso frente a nosotros. La región, que hasta setiembre último se creía crecería 3,6% en el 2009, hoy el consenso apunta a 1,4%, con algunos países –como México- marcando en negativo.
Las razones de la frenada son obvias: ante un escenario de ajuste en la demanda de los países desarrollados –en especial EE.UU., Europa y Japón-, los países productores de bienes intermedios y de consumo –China e India, entre otros- han reducido drásticamente sus pedidos de materias primas, principales rubros de exportación de la región latinoamericana.
Crudo, metales y granos, los principales bienes de exportación de la región, han visto caer sus precios hasta en 75%, llevándose con ello no sólo los márgenes de las industrias locales sino también los capitales que soportaban los mercados bursátiles –el índice MSCI de América latina ha pasado de $5,000 a mediados del 2008 a cerca de $2,000 a la fecha.
Durante el boom de los commodities, la mayoría de gobiernos optó por políticas populistas y de irresponsabilidad fiscal: Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina son algunos ejemplos de farra y excesos, guiados por la megalomanía del dictador de Caracas.
Frente a la crisis, las respuestas han sido –lamentablemente- algo más que delesnables: desde el default ecuatoriano hasta las expropiaciones de los fondos jubilatorios argentinos, la región está encamianada a un retroceso económico, político y social. La historia ha demostrado, una y otra vez, que los excesos y los errores se pagan; en el caso de los excesos y errores políticos, los pagan los contribuyentes presentes y futuros.
En el caso del Perú, hay un entendible optimismo que merodea las decisiones. Si bien las expectativas de crecimiento han bajado del 7% en setiembre al 5,3% que se maneja hoy día, somos el país que espera la mayor tasa de crecimiento en la región el 2009. Y si bien algunos proyectos imporantes han decidido parar y esperar, muchos otros se encuentran encaminados y prometen un año de merecida tranquilidad.
Las luces rojas, de advertencia y cautela, se prenden al escudriñar los planes gubernamentales: estímulo desde el gasto público, cuando lo ideal sería mejoras en los incentivos vía reformas tributarias y laborales. Cuidado, que ni sabemos cuan profunda es la crisis, ni que tan larga será.
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